Hace mucho tiempo en
Otavalo, había un hombre viudo extremadamente pobre. Tenía dos hijos, un varón
y una mujer. Un día el hombre conoció a una mujer muy hermosa, y quedo
totalmente hechizado por su belleza y sin dudarlo le propuso casarse con él
inmediatamente.
La mujer acepta y el
hombre estaba muy contento porque pensó que cuidaría de sus hijos. Desde aquel
día los niños sufrieron mucho, no comían, tenían su ropa sucia y llena de
remiendos, estaban totalmente descuidados. El marido se enojaba con ella y le
reclamaba por no cuidar de sus hijos, pero ella a ella no le importaba.
-Son muy perezosos- Le
decía la señora a su marido.
Cuanto más los niños se
quejaban con su padre, la señora se enojaba aún más y los castigaba.
El marido acepto
solamente para que su esposa no lo abandonara y fue dejar a sus hijos en el
bosque. Todo el camino hasta llegar a lo profundo del bosque el padre iba
llorando. Al llegar al “Monte Solitario”, les dijo a sus hijos: -ya regreso; voy a
cortar un poco de leña, espérenme aquí.
Los niños, al escuchar
el sonido del ishpapuru pensaron que el padre seguía ahí. Cuando empezó a
anochecer y el padre no regresaba los niños empezaron a buscarlo, siguieron el
sonido del ishpapuru.
Al encontrar el
ishpapuru golpeándose contra el viento, los niños se pusieron muy tristes al no
encontrar a su padre, como ya era de noche decidieron subir a un frondoso árbol
para dormir. De repente los niños divisaron una luz muy brillante pero no
pudieron reconocer que era, decidieron ir hasta allá cuando amaneciera. Al día
siguiente los niños partieron en busca de esa luz. Mientras caminaban solo
encontraban rocas, insectos y polvo. Ya habían caminado mucho y decidieron
subir a otro árbol para descansar un poco. Desde lo alto del árbol los niños
pudieron ver una casa.
En ese momento los
niños decidieron ir a ese lugar, y comenzaron a caminar y a caminar, pero
cuando empezó el atardecer, llegaron. Tocaron la puerta de la casa, y al
abrirse se encontraron con una señora muy vieja, pero de aspecto agradable y
tierno.
A la señora le alegro
muchísimo ver a los niños, los abrazo y les ofreció un techo en donde dormir.
Los niños se sentían muy bien allí, ya que la señora los trataba con amor y
esmero. Un día la vieja dijo:
- Niños, ¿Podrían
sacarme los piojos de la cabeza por favor?
Los niños se
sorprendieron mucho, pero aceptaron lo que la señora les pidió, sin embargo, la
vieja dijo:
-¡Pero no me toquen el
cuello porque me duele!
Al anochecer, el niño
fue a dormir con la señora dentro de la casa y la niña durmió a fuera. Por la
madrugada la niña escucho un grito de su hermano y toco la puerta para saber
qué es lo que sucedía.
La señora abrió la
puerta y le dijo:
- Anda a dormir, tu hermano está bien, solo le bañe en agua fría y
se asustó mucho.
Al amanecer la niña entro
a la casa y se encontró con la ropa de su hermano tirada, debajo de ella había
huesos y sangre. La niña muy asustada se
acercó donde la señora que seguía durmiendo, y despacito le abrió la mata de
cabello y vio otra cara. La niña se asustó mucho y salió corriendo a pedir
ayuda.
- ¡Auxilio, ayúdenme esa es una chificha y se comió a mi hermano!
Mientras tanto la señora que ya se despertó por los gritos de la
niña la acusaba de ladrona.
- ¡Ese guambra me robo, cójanla!
Unas personas que habitaban en ese lugar brindaron ayuda a la
niña. Mientras que a la señora que
estaba muy alterada le emborracharon con chicha y la llevaron a dormir.
- Descanse un poco señora, está muy mareada. Le dijo el hatun taytaa la señora.
Mientras tanto el hatun tayta, ordeno a los muchachos que estaban
ahí que trajeran leña para incendiar la choza donde descansaba la chificha.
Al oler la chificha el humo se despertó desesperada y dijo
- ¡Sáquenme de aquí!¡Sáquenme de aquí!
Pero nadie la ayudo, finalmente se dio por vencida y antes de
morir quemada ella dijo:
- Mi maldición será que vivan llenos de pulgas toda la vida.
FIN
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